«10 libros censurados» que toda mujer debería leer.

 

De acuerdo a la American Library Association, los libros se ponen en duda con mayor frecuencia si son “sexualmente explícitos” o si contienen “lenguaje ofensivo”. Pero algunos de los libros que son puestos en duda son también clásicos literarios, que contienen historias de las cuales todos pueden aprender.

Hablan acerca de la libertad sexual y de mujeres luchando contra roles prescritos, la opresión de las mujeres y personas de color y lo que significa ser una mujer en diferentes tiempos y lugares. Sobre todo, son historias bien contadas.

La quema de libros (junto con sus autores, a veces) ha sido una ignominiosa práctica muy extendida en la historia. Por razones ideológicas, religiosas, morales o políticas, demasiadas generaciones han sido testigos de este atentado contra la libertad de expresión. Esta caza de brujas ha dado paso a la censura, que aún sufrimos en nuestros días (tácita o no), lo que ha impedido que infinidad de títulos vieran la luz.

Desde tiempos remotos la Iglesia ha tenido mucho que decir en cuanto a libros indeseables, por lo que creó su Index Librorum Prohibitorum en 1559 (al que fue añadiendo títulos hasta 1966), donde algunas de estas narraciones fueron vetadas. En esta lista se encuentran Erasmo de Rotterdam, Giordano Bruno (que fue quemado vivo), Descartes, Francis Bacon, Stendahl, Flaubert e incluso la Mística Doctora. Sin olvidar a Darwin, seguramente por su teoría de la evolución.

IberLibro nos ofrece una curiosa recopilación de estos libros en diversas épocas y partes del mundo, así como sus porqués.

Me he sorprendido al descubrir que algunos autores que hoy conocemos como clásicos y de obligada lectura fueron víctima del escándalo y la reprobación. Ironías de la vida, el mismo Ray Bradbury, al escribir Fahrenheit 451 (una firme crítica a la censura donde los bomberos tienen la obligación de quemar libros), fue también vetado.

Estos son 10 libros prohibidos, censurados y frecuentemente puestos en duda que toda mujer (y hombre) debería leer:

 

El cuento de la criada, Margaret Atwood, 1985

En una sociedad distópica regida por la religión, una mujer es obligada a ser la “criada” de una familia de la clase gobernante con la esperanza de que proveerles hijo. El cuento de la criada fue considerado muy “explícito” y antirreligioso para ser leído en una secundaria de Texas.

 


El color púrpura, Alice Walker, 1982

El color púrpura cuenta la vida de varias mujeres afroamericanas durante los años 30 en el sur de EEUU. El racismo y el sexismo son temas claves y las violentas escenas de la novela la han hecho un blanco para los censuradores, a pesar de que el libro ganó el premio Pulitzer en 1983.


Desde mi cielo, Alice Sebold, 2002

Después de que una adolescente fuera violada y asesinada, ella observa desde su propio “cielo” como sus amigos, familia y comunidad lidian con la tragedia. Los padres de las secundarias en Connecticut y Massachusetts pidieron que el libro se retirara de las bibliotecas y listas de lecturas debido a su “tema espantoso.”


El amante de Lady Chatterley, D. H. Lawrence, 1928

La historia de una relación sexual entre una mujer de clase alta y un hombre de la clase obrera fue consideraba demasiado escandalosa por muchos. El libro fue prohibido por la aduana de los EEUU desde 1929 a 1959, y el texto completo no estuvo disponible en Inglaterra hasta 1960.


Trópico de Cáncer, Henry Miller, 1934

Publicado por primera vez en Francia, en 1934, el libro, que sigue los encuentros sexuales de un joven escritor en apuros, no fue distribuido a los EEUU sino hasta 1961. Incluso entonces, más de 60 vendedores en 21 estados diferentes se enfrentaron a demandas legales por obscenidad por vender la novela. Cuando la Corte Suprema dictó en 1966 que el libro no era obsceno, el juez en la Corte Suprema del estado de Pennsylvania, Michael Musmanno, no estuvo de acuerdo y escribió: “Cáncer no es un libro. Es una fosa séptica, un alcantarillado abierto, un pozo de putrefacción, una concurrencia asquerosa de todo lo que está podrido en las ruinas de la depravación humana.”

-Pero, entonces, ¿qué es lo que quieres de una mujer? – le pregunto.
Empieza a restregarse las manos; se le cae el labio inferior. Parece completamente frustrado, cuando por fin consigue balbucear unas frases entrecortadas, lo hace convencido de que tras sus palabras hay una futilidad abrumadora. “Quiero ser capaz de entregarme a una mujer”, dice de improviso. “Pero para eso tiene que ser mejor que yo; tiene que tener inteligencia, y no solo un coño. Tiene que hacerme creer que la necesito, que no puedo vivir sin ella. Encuéntrame una gachí así, ¿quieres? Si pudieras hacerlo, te daría un empleo. En ese caso no me importaría lo que ocurriera: No necesitaría un empleo ni amigos ni libros ni nada. Simplemente con que pudiese hacerme creer que había algo más importante en la tierra que yo. ¡Dios, cómo me odio! Pero todavía odio más a esas tías asquerosas… porque ninguna de ellas vale nada.


Memoria de mis putas tristes, de Gabriel García Márquez

El año de mis noventa años quise regalarme una noche de amor loco con una adolescente virgen. Me acordé de Rosa Cabarcas, la dueña de una casa clandestina que solía avisar a sus buenos clientes cuando tenía una novedad disponible. Nunca sucumbí a ésa ni a ninguna de sus muchas tentaciones obscenas, pero ella no creía en la pureza de mis principios. También la moral es un asunto de tiempo, decía, con una sonrisa maligna, ya lo verás.


Madame Bovary, de Gustave Flaubert

Tantas veces le había oído decir estas cosas, que no tenían ninguna novedad para él. Emma se parecía a las amantes; y el encanto de la novedad, cayendo poco a poco como un vestido, dejaba al desnudo la eterna monotonía de la pasión que tiene siempre las mismas formas y el mismo lenguaje. Aquel hombre con tanta práctica no distinguía la diferencia de los sentimientos bajo la igualdad de las expresiones. Porque labios libertinos o venales le habían murmurado frases semejantes, no creía sino débilmente en el candor de las mismas; había que rebajar, pensaba él, los discursos exagerados que ocultan afectos mediocres; como si la plenitud del alma no se desbordara a veces por las metáforas más vacías, puesto que nadie puede jamás dar la exacta medida de sus necesidades, ni de sus conceptos, ni de sus dolores, y la palabra humana es como un caldero cascado en el que tocamos melodías para hacer bailar a los osos, cuando quisiéramos conmover a las estrellas.


Anna Karenina, de Leon Tolstoy

Kitty estaba agradecida a su padre por no haberle dicho nada acerca de su encuentro con Vronsky. Durante el paseo que según costumbre dieron juntos y por la particular dulzura con que la trató, Kitty comprendió que su padre estaba satisfecho de ella. También ella misma estaba satisfecha de sí. Nunca se había creído capaz de poder manifestar ante su antiguo amado la firmeza y tranquilidad que manifestó, de poder dominar los sentimientos que en presencia de él había sentido despertar en su alma.

Aunque hoy en día podemos disfrutar de la película, este clásico en su momento fue censurado.


Fanny Hill, de John Cleland

Después de la cena, la señorita Phoebe me acompañó a la recámara, mostrando cierta renuencia a que me desvistiera y me quedara en camisón en su presencia, por lo que, una vez retirada la doncella, se me acercó y, empezando por desprenderme el pañuelo y el vestido, pronto me instó a que continuara desnudándome. Sin dejar de sonrojarme al verme en paños menores, corrí a guarecerme bajo la ropa de cama, a salvo de sus miradas. Phoebe rió, y no tardó mucho en acomodarse a mi lado. Contaba unos veinticinco años, según sus dudosas cuentas; pero aparentaba haber olvidado por lo menos otros diez, aún tomando en cuenta los estragos que una larga trayectoria de manoseo y de aguas turbulentas debieron haber hecho en su constitución. Ya había llegado, sin pensarlo, a esa etapa de envejecimiento en la cual las mujeres de su profesión reducen a pensar en lucirse en compañía, más que ver a sus amistades


Lolita, de Vladimir Nabokov

Lolita NavokovEra la misma niña: los mismos hombros frágiles y color de miel, la misma espalda esbelta, desnuda, sedosa, el mismo pelo castaño. Un pañuelo a motas anudado en torno al pecho ocultaba a mis viejos ojos de mono, pero no a la mirada del joven recuerdo, los senos juveniles. Y como si yo hubiera sido, en un cuento de hadas, la nodriza de una princesita, reconocí el pequeño lunar en su flanco.

 

 

Por Los libros de Jade

Novedades literarias.

4 comentarios

    1. Me alegro. Me sorprendió bastante la cantidad de libros de este género que han sido censurados. En realidad es una pincelada de todos los títulos que fui encontrando por ahí. Yo no he leído todos pero ya me he hecho con algunos libros porque tengo curiosidad. Gracias por comentar 🙂

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